Bienvenido a mi blog. Sirvan estas entradas para acercaros a mi forma de ver el mundo natural. Espero que a alguien le sea de utilidad.
Jorge Falagán

kfalagan@yahoo.es

jueves, 23 de febrero de 2012

Dispersa, dispersa que algo queda…



Un herrerillo común (Cyanistes caeruleus)se posó sobre una enea (Typha latifolia) observé cómo las semillas de ésta eran arrastradas por el viento. Una nubecilla de diminutos propágulos que mecidos por el viento llegaron a las aguas del Porma, ¿dónde acabarán estableciéndose nuevas plantas de Typha? Largo camino les espera, y tal vez una de ellas encuentre un sustrato, un remanso limoso que le permita desarrollarse. ¿Acaso en unos años otro herrerillo se posará en uno de sus husos y propiciará que se dispersen nuevas plantas?

El herrerillo que me hizo pensar...


Vinieron a mi cabeza un sinfín de ocasiones allá por finales de verano, en las que una curruca capirotada o un zorzal me habían puesto perdidas las bolsas de anillar con sus excrementos morados. Las moras junto a los ácidos del digestivo de las aves forman un tinte que es difícil de eliminar de las telas e incluso de las manos.
Las aves frugívoras son muchas veces denostadas por competir con el hombre por los frutos, si bien, no se suele prestar atención a la espléndida labor que hacen por nuestros campos, por la vegetación y por la dispersión de semillas.
La relación mutualista ave-planta es compleja y ha sido objeto de estudio por numerosos investigadores, existen muchos ejemplos que nos demuestran que si uno de los dos falta, puede que el otro lo pase mal y en situaciones extremas llegue incluso a desaparecer también.
Los devaneos, deambulares, idas y venidas de las aves no son sólo algo maravilloso en sí mismo, sino que interactúan con el medio, facilitando la dispersión de determinadas especies vegetales, contribuyendo a la formación de nuevos asentamientos en los que crecerán y que a su vez servirán de hábitat para las aves…
Cerca de mi casa, existe un lugar en el que hace apenas 5 años realizaron una extracción de áridos, acabada la extracción, quedó una brecha en el terreno, por desgracia no restaurada, pero que con el tiempo, en un lento proceso, comienza a albergar vida.
El primer invierno las tierras arcillosas retuvieron el agua y formaron un charco, pasó el tiempo y algunas aves  como las avefrías (escasas reproductoras en León) se han establecido y dos o tres parejas crían los últimos años, ánades reales, alguna garza, agachadizas común y chica, varios rascones con su peculiar grito de cerdo degollado… utilizan la pequeña charca que se ha formado. La vegetación poco a poco ha ido apareciendo, ¿acaso no vendrían las semillas con alguna de estas aves? Es mucha la distancia para que la anemocoria (dispersión por el viento) sea la razón, aunque el viento es caprichoso e impredecible.

Avefría (Vanellus vanellus)

Junqueras, carrizos, eneas, sauces que hace apenas 4 años no existían pugnan para “quedarse” con un trozo de laguna para sí. A su vez, aves que requieren de vegetación palustre han hecho su aparición, el ruiseñor bastardo (Cettia cetti) con su “chipiri-chi” se ha establecido, mientras que este invierno por primera vez un pequeño grupo de escribano palustre (Emberiza schoeniclus)se han decantado por esta microcharca de nueva creación para establecer un dormidero, son apenas una veintena, ¿qué sucederá cuando la competencia entre las especies vegetales determine quién se quedará con más terreno?
Los procesos naturales son lentos, la paciencia y la observación nos permiten ver los cambios estructurales que se producen, los cambios en las comunidades, la evolución que en condiciones naturales alcanzará el equilibrio.
Acaso no es maravilloso pensar todo esto porque un herrerillo con sus 10 gramos movió una enea… no sólo hay que mirar sino que hay que saber leer como decía Gaudí “en el libro siempre abierto que es la naturaleza”
Saludos

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