Decía mi abuela Valentina, "que blanca, pero
que negra es la nieve..." riañesa ella, pasó casi toda su vida en la
montaña, atizando la lumbre, echando de comer a las vacas, friendo unas buenas truchas
o haciendo unas sopas de ajo...
Llegadas estas fechas, los primeros copos de
nieve cuajaban en la montaña, los árboles hacía tiempo se habían desnudado y el
frío se adueñaba de los huesos de los hombres.
Tiempo de pala para hacer pasillos hasta la cuadra, tiempo de pies mojados a pesar de los escarpines, tiempo de tirantez en la piel de la cara, tiempo de sabañones... tiempo de lobos merodeando el pueblo y el corazón de los hombres.
Mi abuela miraba la nieve con unos ojos extraños,
sus ojos, como la nieve según la luz cambiaban de color, grises,
azules, rosados... no podría decir de qué color eran sus ojos, se que eran
preciosos, como la nieve.
Decía aquello de "que blanca pero que
negra" porque el invierno era muy duro y si encima venía el año de nevadas
se hacía aún más pesado, ¿llegaría la leña bajada a base de soga por los trecheros?, ¿o la hierba segada a guadaña en julio? tal vez la nieve le traía a la cabeza desgracias
acontecidas en la montaña, como aquella de la muelda de Huelde (muelda es un
alud), en el invierno de 1931, en el que perdieron la vida algunos de sus
parientes... la nieve arrancó desde la Peña Las Pintas y acelerada por las
fuertes pendientes de Valdelascasas llevó por delante lo que quiso... casas y gentes sepultados
Imagino que eso no se olvida mientras uno vive y
la nieve siempre fue negra para ella.
En años en que en otoño se encontraban muchos
avisperos escarbados por los zorros, decían mis abuelos que serían años de
copiosas nevadas, este año he visto montones de avisperos, imagino que no habrá
ninguna forma de saber si hay relación alguna pero lo cierto es que aquí en
León ya han caído algunas copiosas nevadas.
Mi abuela inculcó a mi madre el temor a la nieve, y mi madre siempre me alertó de su negrura, pero a mí siempre me gustó la nieve, el sonido sordo
que produce al pisarla, las formas que dibuja modelada por el viento, esos
copos siempre únicos e irrepetibles que se unen a sus compañeros de viaje
tejiendo el blanco manto.
Con las primeras nieves no puedo resistir la
tentación de dar un paseo por la montaña, para verla y sentirla, este sábado
entre la nieve unas perdices me recordaron por su actitud ahuecada, sufrida, el
dicho de mi abuela, sabedoras ellas de que la nieve traerá la desgracia… si no
es un día, al otro, serán descubiertas por su peor enemigo, el hombre, ese que
ya fraccionó este bando, ese que ya perchó varios de sus pollos, esos que tanto
costó criar… volverá a buen seguro, como la nieve...
Perdiz Roja (Alectoris rufa) en la nieve, sus colores crípticos en el terruño son ahora fácilmente visibles por los depredadores.
Si ya es duro el invierno, imaginar que a uno le persiguen, le disparan, le mueven de sus zonas de refugio... algo que muchas de nuestras especies han de soportar en época invernal y que si están justos de fuerzas suele acabar con sus vidas.
Grupete de perdices en la nieve.
Los Abedules doblan sus ramas por el peso de la nieve, sin partirse, dejando en ocasiones espacios que son utilizados por varias especies para refugiarse. Tejos, acebos, abedules sirven en esta época no solo de refugio sino de alimento. Estas perdices picoteaban los brotes de abedul que les quedaban a la altura de los picos.
Por mi actitud pausada estas perdices se dieron cuenta desde lejos que no llevaba malas ideas, y siguieron a lo suyo mientras les hacía unas fotos, eso si sin rebasar la distancia de seguridad de las patirrojas, para no someterlas a mas dificultades de las que ya tienen.
El apretado plumaje de las patirrojas les permite mantener el calor corporal, la nieve y la lluvia resbala sobre sus dorsos.
Para nieve profunda nada como imitar a la naturaleza y calzarse las raquetas...
Seguiremos campeando
Jorge Falagán
Me ha emocionado tu reportaje. La verdad es que esta bravísima gallinácea aguanta todo lo que hay que aguantar. Desde niño oía a mi padre contar historias de machos entrándole a la jaula de reclamo cuando los esperaba en el celo,etc. Una vez dormido junto a la lumbre soñaba canturreando el reclamo de la perdiz, fíjate.
ResponderEliminarLas fotos son de mucha calidad, sobre todo porque estoy seguro no las hiciste cerca, muy bonitas y especiales por estar hechas en la nieve. Saludos
Un relato sensible y revelador de la dura vida antaño en nuestras montañas. Me a traido recuerdos de cuando visité por primera vez Riaño, antes de la presa. Las imágene excelentes
ResponderEliminarUn saludo
Magnífico reportaje con unas fotos muy buenas, enhorabuena. Saludos.
ResponderEliminar¿qué tiempos aquellos los de las abuelas? Vivían y dejaban vivir, ayudaban al que lo necesitaba y recibían ayuda de los vecinos si era necesario. Hoy en día cada uno a lo suyo. Progresamos en tecnología, morimos como humanidad. Bonito reportaje. Lo de las perdices bien, ahora bien, el prólogo emotivo.... muy emotivo. Echo de menos la infancia que viví, y me da pena que mis hijas no vivieran la humanidad de aquellos tiempos y la sabiduría de los lugareños. Un saludo
ResponderEliminarPrecioso relato, Jorge. Y encantador.
ResponderEliminarUn saludo!
Gracias por vuestro amables comentarios, me alegro de que os gustara
ResponderEliminarun saludo
Yo no te pienso poner un comentario amable... solo uno sincero: Un repor fetén! (comparable al tamaño de mi envidia ;))
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